21.8.10

Highways and byways

Hace unos días me pidieron que escribiese un texto para una sección veraniega de Público llamada "De bolos" en el que hablase de nuestros conciertos desde mi propia perspectiva. Aunque me pareció buena idea enviarles lo que podéis leer más abajo, a ellos no se lo pareció tanto y nada más recibirlo me respondieron diciéndome que estaba muy bien, pero que lo reescribiese incluyendo anécdotas, detalles... El caso es que nunca lo hice -hubiese vuelto a decir las mismas cosas y se nos hubiese ido el verano en correos innecesarios-, pero tenerlo me pareció un pretexto estupendo para crear una lista de reproducción de Spotify con la banda sonora de nuestros viajes. También me propuse mantenerla actualizada con las canciones que más me llamasen la atención en nuestras idas y venidas, pero como aún quedan unos meses hasta que haya otro disco y volvamos a salir a tocar por esos mundos de dios, sirva este enlace como declaración de buena fe y las mejores intenciones:





Y el texto rechazado, oh maldición, que lo acompaña:

"Cuando pienso en los dos últimos años de conciertos el primer recuerdo es para los discos que escuché durante los viajes: I Wish I Were an Eagle, de Bill Callahan, de camino a Barcelona con una nevada tremenda que casi nos deja bloqueados a la altura de Zaragoza; Dreams, de The Whitest Boy Alive, en un taxi en Osaka sorprendentemente idéntico a un taxi de dibujos animados; o Rules, también de The Whitest Boy Alive, volviendo de Lisboa por el puente Vasco de Gama después de una minigira tortuosísima que casi acaba conmigo. First Days of Spring, de Noah and the Whale, es San Sebastián con nubes; Palaces, de Bart Davenport, resucita un día de primavera en Sevilla buscando algún sitio donde comer barato y el primero de Clap Your Hands Say Yeah hace lo propio con la A-4 a la altura de Córdoba dos días después.

Hay discos para las noches de vuelta a casa, como
Your Favorite Music de Clem Snide y discos para los cien primeros kilómetros, como Keep It Hid de Dan Auerbach. Hay discos que están en cada viaje pero nadie pone –Chromeo, ¿por qué?- y otros que han sonado en todos –véase Declaration of Dependence, de Kings of Convenience-. Hay una pandereta a todo volumen en una canción de Bill Withers en la que siempre pensaré cuando pase por cierto tramo de la A-2 del mismo modo que cierta gasolinera de la carretera de Valencia me hará recordar invariablemente un viento del demonio, algo con aspecto de sandwich vegetal y el primer álbum de Dntel como banda sonora.

Entre unos discos y otros también ha habido tiempo para pruebas de sonido, conciertos de todas las especies y desconocidos amables que te esperan al bajar del escenario. Pero, visto desde dentro, todo tiende a confundirse en un día muy largo en el que la música de otros va marcando las horas. Y doy gracias por ello. No me habría reconciliado con el
Both Sides of the Gun de Ben Harper sin una autopista alemana en dirección a Suiza toda sol y árboles ni los discos de Songs: Ohia significarían tanto sin las noches en las que siempre faltan doscientos kilómetros para llegar a casa y no queda ni una sola gasolinera abierta en la que tomar un café decente. Y Samamidon, Phosphorescent, Hank Williams, Steve Earle, Cass McCombs, Al Green, M. Ward, Richard Hawley… Cada uno haciendo lo que esperas que hagan tus canciones en la vida de otros cuando empiezas a tocar: fijar los momentos y darles un contexto que de otra forma se perdería entre mil recuerdos de mil días semejantes.

Supongo que a pesar de todo lo que disfruto tocando, escuchar música es lo que realmente me gusta y escribir canciones, la consecuencia; de ahí que ésta me parezca la mejor manera de contar lo que son para mí nuestros conciertos en lugar de la perspectiva roqueroglamurosa que, mucho me temo, ni siquiera tengo. Ahora es momento de grabar un disco nuevo y luego vendrán más carreteras, más sitios en los que no he estado nunca y, sobre todo, vendrán más canciones.

Que vivan las canciones."

Y pronto noticias sobre lo que viene.

Amor everyone.